Esa mañana se despertó muy
temprano, pues no quería arriesgarse a perder el tren.
De su familia solo una anciana
tía había quedado viviendo en su ciudad natal. Ella se negó a irse y
vivir con él en la “gran ciudad”, por lo que era necesario retirar los muebles y
desocupar la antigua casa familiar.
Llegó y se dirigió directamente al domicilio de la familia
amiga donde la tía había sido recibida. Reencuentro emocionado, besos y
abrazos,
cena y, de postre,
Al día siguiente se fue
temprano a su antigua casa.
Estaba solitaria,
una larga charla acompañada con la tradicional copa de
cognac,
hábito que la tía nunca abandonó. > > >
abrió la puerta y el zaguán lo recibió con una sonrisa
- Vaya, pensó, puedo mezclar todo y encajar los dulces
reflejos de ayer en el día de hoy.
Je je je ... la fantasía me da
ese poder ...
Con curiosidad y miedo, caminó por las habitaciones familiares, mirando las paredes desnudas y los muebles que aún quedaban. La última habitación que visitó fue la que había sido su dormitorio. Su miedo se reveló justificado cuando se dio cuenta de la razón: no encontró nada en él que materializara algún recuerdo.
Un trabajo de detective fue el
siguiente paso, es decir, buscar pistas, encontrar rastros.
¡Y saben, encontró!
En una pared vio un clavo
pequeño que lo acompañó desde sus
primeros recuerdos de la vida familiar.
Varias "testaferros
legales" en él fueron colgados.
Desde
la muñeca de madera que colgó su mamá para que velara su sueño y le diera los
buenos días, > > >
> > > pasando por el banderín del equipo de fútbol infantil
del barrio
hasta la foto del primer año de bachillerato, donde
estaba su colega que estaba a su lado,
su noviecita sin que ella lo
supiera.
Aunque la que realmente daba seguridad y protección era su madre. Su voz dulce y alegre ahuyentaba
los fantasmas de este joven que se creía un hombre devolviéndole, cada mañana,
la confianza para el mañana por venir.
En estos cuarenta años de
"exilio" viajó, casi anualmente a su ciudad, permaneciendo unos días
para reunirse con los suyos. Su dormitorio siempre estuvo intacto, y recordó en
un dulce reflejo que
el clavo siempre tuvo su foto.
Su madre en él la había colgado y eso fue la garantía de que su presencia siempre fue constante.
Percibió en ese momento que
fue el "testaferro legal" de sí mismo. Tomó una decisión, la única
posible…¿ Saben lo que hizo?... sacó el clavo !!! y lo guardó.
De esa manera el clavo no correría la
misma suerte que los muebles.
Veinte años de ese viaje se
cumplen hoy, y él tiene la edad de su tía en aquella oportunidad, y todas las noches de todo viernes bebe su copa de coñac.
mientras conversa con sus recuerdos.
Sobre la mesa, como un testigo
mudo pero bien parlanchín, está el clavo