Creo que aquí cabe otra coma como exclamación de
total oposición, sin pausa esta vez, a ese deseo, “pecado original”, de
nuestra especie.
Desde el momento en que además de la persona que
nos conoció en ese momento, otros conocen nuestra existencia particular y sus
detalles, nos hemos convertido, quizás, en permanentes. Esto,
entretanto duren las otras permanencias.
Decir inmortales sería, desde un punto de vista
biológico, un milagro, además de tedioso. Y presuntuoso y soberbio si nos
referimos a nuestras obras.
La madurez es una forma de definir el umbral de
la vejez, y quien la pisa sabe que le quedan pocos segundos de vida. Estamos
seguros de que como mínimo hay dos, el presente y el siguiente ... (broma
inocente ... je je je).
Imaginense cuántos segundos de vida se han
acumulado en, por así decirlo, una vida de 70 años. Quienes caminan cerca, en
las inmediaciones de este período, piensan que siempre es poco para tantas cosas
para ser vividas.
¿Qué se puede decir entonces del resto de
segundos que comparado con el total, es o se siente como ínfimo?
Pero, qué palabra traviesa esta que siempre
interrumpe la discusión. Igual a cietos signos de exclamación. Continuando
con ella, pero también la vejez es
sinónimo de experiencia y cierta sabiduría. Recuerdense que el diablo sabe por qué
es un diablo, pero sabe mucho más porque es muy viejo.
Experiencia es la biblioteca de innumerables
episodios y hechos que alimentan el conocimiento.
El cuento es una poderosa herramienta para, en orden jerárquico, rescatar la memoria de alguien que ya se fue, dignificar la amistad y liberar a los fantasmas que todos tenemos y que nos entristecen y / o nos hacen felices.
No olvidemos que la vida es difícil, muy difícil, pero que linda es. ¿No les parece?