1_Yaro_Carta_Esp - Pausas e vírgulas

Pausas e vírgulas
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Pausas e vírgulas
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Dias de las Madres en el Brasil
8 de Mayo de 2022
Miguel Angel Pereyra (o el Yaro Pereyra)
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CARTA ABIERTA PARA MI MAMA
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Hola Mamita:
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Hace un tiempito que se nos hace difícil hablar como antes.
Y bueno, son cosas de esta vida cuando se nos mezcla con la muerte.
Siempre digo que frente a un dolor, podemos quejarnos sin culpa. Creo que lo que no podemos hacer, es reclamar.
Todo lo que nos afecta viene del mismo Lugar. Entonces rechazar lo malo por injusto, y aceptar lo bueno porque lo merecemos, es en mi opinión, como una…digamos… ¿blasfemia?
Como fuiste la que me criaste sé que me entendés como nadie.
Recuerdo mi sorpresa cuando, en los últimos años de tu larga y linda vida, y te perdías en un enmarañado de recuerdos, te declaraste una siempre convencida católica. Veo que tu Fe fue inconmovible desde tu infancia. No nos enseñaste el “catecismo”. No nos enviaste a la iglesia, pero nos bautizaste y educaste como cristianos de ley.
Fue necesario que yo profundizara en mi alma para entender el significado de tus atenciones amorosas, por vos definidas con estas simples palabras:
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- "Lo que yo quiero hijo, es obsequiarte."
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Y observándote me di cuenta que era una actitud general, esa, la tuya.
Obsequiar a los otros era tu manera de ser una buena cristiana. Lo hacías sin esfuerzo aparente y daba la impresión que te olvidabas de vos. Imagino que para no ofender.
Digamos que tu actitud de obsequio, cuando particularizada en mi persona, no era originada en una actitud egoísta, y si tal vez agregar al placer que tenías cuando lo hacías con todos, el amor de una madre a su hijo.
Que sin dudas era bien más intenso.
Como es natural.
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¿Te acordás que en el patio cuadrado de la casa de mi niñez, había una mesa metálica de tres patas con dos sillas haciéndole juego? Que siempre estaba en un costado, con macetas con plantas en ella depositadas. Era su utilidad de costumbre. Hasta que cerca de los fines de los meses más fríos – y que fríos, no Mamita?- ganaba un mantel, servilleta, y un comensal. Un viejito de barba blanca e ropa raída que llegaba para almorzar.
De donde aparecía nunca lo supe,
pero su aspecto solitario siempre me conmovió.
La mesa la ponías en la galería y lo servías como si fuera tu papá.
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O el mío.
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* La sopa humeante, el pan, la carne y los acompañamientos. Y el postre era también obligatorio. Terminaba, saludaba y se iba. Y vos lo acompañabas hasta la puerta.
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* ¿ Y la familia del poeta bohemio, amigo de mi viejo? Que de ella se olvidaba y los dejaba a la buena de Dios por varios días. Y yo te acompañaba todos los días de ese cruel olvido a llevarle el “puchero” que  hacías  para que la familia del olvidadizo comiera. La expresión a la "buena de Dios" me parece más que apropiada.
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*¿ Y la señora de “las patatas” con la cara triste y sufrida de los hambrientos crónicos? Flaquísima pero siempre elegante con su ropa negra de calidad, pero antigua. Muy culta y que llegaba siempre cerca del mediodía, se sentaba en el hall, cruzaba sus largas piernas y comenzaba a hablar de las comidas que ella cocinaba. Todas llevaban “patatas”. Vos la convidabas a la cocina para que te “enseñara”, y era la disculpa que le dabas para que se quedaran a comer. Ella y el marido, un artista me parece, venido muy a menos. De esos divertidos y raros amigos que papá te metía en casa.

Y no fueron los únicos, claro. Lista larga y memoria no tan buena la mía.

Además estamos nosotros, tus hijos.
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Y nuestros consortes que te tocaron en suerte, con el batallón de nietos y biznietos que llegaste a conocer.
Hasta hoy te idolatran, lo que no es muy cristiano ¿Pero quién te mandó a ser tan amorosa con todos ellos?
Y tu antiguo y epidémico humor fue siempre constante y muy contagioso.
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Todos, de él, quedamos enfermos.
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Hasta que te “cortaste” y te fuiste todos los días un poquito más lejos. Y más lejos.
Y era casi imposible una contacto corazón a corazón. Hasta que un día con la música lo conseguimos y cantamos juntos.
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El himno Nacional, ¿te acordás?
Y te canté “Poncho celeste, vincha punzó”.
Y me dijiste mirándome bien a los ojos:
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- Que lindo eso que me cantaste, Miguel Angel.
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Todos los que estábamos lloramos. Yo lo hice “para adentro”  pues no podía dejar de cantar.
Y el milagro del contacto humano nuevamente con vos se hizo realidad.
Y no en lo racional, sino en los sentimientos, en la emoción.
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Como siempre fue entre nosotros, querida mamita.
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Bueno, es tarde ya y vos, como yo, tendrás que dormir.
Buenas noches, y hasta mañana. Sé que nos estás diciendo, como todas las noches de nuestra linda infancia:
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- Hasta mañana queridos, que duerman bien y se despierten buenitos como todos los días.
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Y entonces me entrego, como lo hacía en aquellos tiempos, al sueño reparador de todo sueño protegido por el amor y dedicación de una madre.
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Somos hijos con buena suerte.

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Tema musical
Arrorró mi Niño
Canção de Cuna
Folklore argentino
En el piano: Su hijo
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